Primeras impresiones
de Keynes del crack de Wall Street
John Maynard Keynes
«El mundo comienza a darse cuenta -desde hace algunas
semanas sobre todo- de que estamos pasando por una de las mayores depresiones
en la industria que se han conocido. El descenso en los precios es en todos los
países uno de los más fuertes y rápidos, con la sola excepción quizá de 1921.
Desde principios del presente año, el precio medio de los productos de consumo
ha caído en un doce por ciento, y ciertos artículos, tales como el cobre, el
caucho, la plata alcanza su más baja cotización mientras que otros vuelven a
los precios de anteguerra.
En tales circunstancias, es inevitable que se produzca
un gran retraimiento en los negocios. Las nuevas empresas se ven detenidas y
retrasadas en todas partes del mundo, y los comerciantes están sufriendo
importantes pérdidas por doquier. Este retraimiento afecta igualmente a los
Estados Unidos de Norteamérica; pero ocurre que en aquel país no parecen tomar
la situación tan en serio como fuera menester. Y esto constituye, sin duda, un
elemento peligroso.
En la actualidad, en efecto, Wall Street se ilusiona
con la esperanza de que ésta es una de tantas depresiones de menor cuantía,
como ocurrió, por ejemplo, en 1924. Creo totalmente errónea semejante
interpretación»..
‘Mr. J. Maynard Keynes nos habla de la crisis
mundial’, El Sol, Madrid, 10 de junio de 1930.
Las correcciones keynesianas al
sistema capitalista-liberal
La doctrina económica elaborada por Keynes marca un
hito para el capitalismo liberal; el supo teorizar una serie de prácticas que,
abiertamente o en latencia, habían ido cobrando realidad desde la primera
guerra mundial. El papel asignado al estado en el campo económico frente al
tradicional “laissez faire”, constituye la nota más sobresaliente de la
elaboración teórica keynesiana.
«Aunque mi teoría apunta la importancia vital de
atribuir a los organismos centrales ciertos poderes de dirección hoy confiados
en su mayor parte a la iniciativa privada, le reconoce un amplio dominio de la
actividad económica.
En lo que concierne a la propensión al consumo (1), el
Estado se verá obligado a ejercer sobre ella una acción directa por su política
fiscal a través de la determinación de la tasa de interés y quizá también por
otros medios. En cuanto a los flujos de inversión (2), parece poco probable que
la influencia de la política bancaria sobre la tasa de interés baste para
llevarlos a su nivel óptimo. También pienso que una muy amplia socialización de
la inversión se revelará como el único medio de asegurar la proximidad al pleno
empleo, lo que no implica excluir los compromisos y fórmulas de todas clases
que permitan al Estado cooperar con la iniciativa privada. Pero al margen de lo
dicho, no hay razón alguna que justifique un socialismo de Estado abarcando la
mayor parte de la vida económica de la comunidad las medidas de socialización
pueden, por lo demás, ser aplicadas de un modo gradual y sin trastornar las
tradiciones generales de la sociedad […].
Pero tan pronto como los organismos centrales hayan
conseguido restablecer un régimen de producción que se corresponda con una
situación lo más cercana posible al pleno empleo, la teoría clásica volverá a
tener vigencia […].
La existencia de organismos centrales de dirección
necesarios para asegurar el pleno empleo, acarreará, como es de suponer, una
amplia extensión de las funciones tradicionales del Estado. Por otro lado, la
teoría clásica moderna ha llamado la atención sobre los diversos casos en los
que puede ser necesario moderar o dirigir el libre juego de las fuerzas económicas.
Sin embargo, no subsistirá un amplio dominio sobre ellas, al menos allí donde
la iniciativa y las responsabilidades privadas puedan ejercerse. En este
contexto, las ventajas tradicionales del individualismo conservarán todo su
valor…
El aumento de la esfera de competencias estatales,
imprescindible para el ajuste recíproco de la propensión al consumo y al
estímulo a la inversión, parecería a un tratadista del siglo XIX o a un
financiero americano de hoy una flagrante violación de los principios individualistas.
Y, sin embargo, esa ampliación de funciones se nos muestra no sólo como el
único medio de evitar una completa destrucción de las instituciones económicas
actuales, sino como la condición de una práctica acertada de la iniciativa
privada».
Keynes, J.M.: Teoría general del empleo, el
interés y el dinero, Payot, París, 1936, pp. 391 y ss.
1) Propensión a
consumir; relación entre la renta real de los consumidores y el valor de las
compras que ellos efectúan.
2) Flujo de
inversiones: suma destinadas a las inversiones, es decir, al incremento del
equipamiento de una empresa.
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